ACTO CONMEMORATIVO
EN EL SALÓN DE ACTOS DE LA REAL ACADEMIA CANARIA DE BELLAS ARTES SAN MIGUEL ARCÁNGEL.
LUNES 22 DE ABRIL DE 2013
Despues de la apertura del acto, interviene en primer lugar, en representación de los antiguos alumnos, el arquitecto y pintor canario D. Felipe Hodgson Ravina con el titulo de "D. Alonso Reyes: Su generosidad y la metodología y enseñanza del dibujo" ...
A Don
Alonso Reyes...
Para entender
esta narración, se hace necesario ubicarla en su entorno y en su tiempo que se describe, por decir de ese
momento atrás, no existía la TV tampoco se hacían fotocopias, si se arreglaban
las carreras de la medias de las señoras con una máquina muy extraña y, si
existían los llamados carritos con ruedas, donde vendían todo tipo de
golosinas incluido los bocadillos de chorizo de perro, aún no estaba
proyectada la autopista Santa Cruz-La
laguna, con eso digo mucho.
Después de haber efectuado el ingreso a bachillerato, dejamos atrás el colegio de
abajo o los Escolapios de la Rambla.
Felipe Hodgson Ravina |
Allí pasamos nuestra infancia de preescolar,
recibiendo clases con un solo profesor por año, desde párvulos hasta ingreso. Y así pasaron los años plácidamente en este lugar lleno de niños con babis de
rayas azules y blancas. Todavía recuerdo, quien me enseñó los signos llamados letras y su sintaxis, la
ciencia de los signos y el sonido de cada letra, que unidas entre sí, esa mujer
te invitaba a la lectura sin parar, diciéndote en ese caso que ya leías de
corrido. Muchas veces me dejaba dormir en sus brazos al intentar vocalizar “mi mama me mima”, y al despertarme
me era muy placentero verla junto a mi lado. En este caso, la persona era Doña
Lola. (Doña Lola recibió la medalla de Alfonso X “El sabio” por el Ministerio
de Educación). Enseñó a media Santa Cruz a leer y escribir.
Olía a Heno de Pravia y tenía una sonrisa que te
daba tranquilidad y sosiego. Ella me enseñó cariñosamente un modo de relación
universal de entendimiento sobre esos garabatos, llamados letras con su
estructura escrita, y poder entender y
aprender la lectura unida a la forma de
vocalizarlos para recitarlos con
entonación y exponerlos públicamente. Vamos… el famoso estructuralismo.
Introducción
Después de los dos meses de verano, accedimos
todos los estudiantes que habíamos aprobado el ingreso a bachiller, al primer año de bachillerato, a un castillo
en lo alto de una montaña, con el nombre de colegio de “arriba” o el Quisisana.
Justamente en el primer día de clase con los nervios en la barriga, a primera
hora de la mañana, los 109 alumnos más el que escribe esta narración, fuimos
reunidos en un aula llamada sala de permanencia o estudio. Nos sacaron al azar
a diez escolares delante de la pizarra, yo entre ellos y, un profesor de matemáticas, preguntó a los “afortunados”,
¿que era un número natural?. Nadie
respondió, silencio sepulcral. Renglón seguido, formuló la siguiente cuestión: ¿qué
era un número decimal? De nuevo, silencio. Así sucesivamente continuó
disparando preguntas como que era un número quebrado, mixto, etc... Como
ustedes podrán imaginar, el silencio reinó en la sala. Pero, de repente, a
causa de la tensión palpable en los 10 del “paredón”, comencé a reírme de forma
nerviosa ante la falta de respuesta a las preguntas de matemáticas del
profesor. ¡¡!RIAN!! (Ruido que expresa el impacto de su mano contra mi cachete,
comúnmente llamado, bofetón).
El Colegio de arriba: El Quisisana |
Al recibir el impacto, pensé para mis adentros,
“esto es el colegio de arriba”. Ese día desfilaron ante nuestros ojos cinco
profesores, uno detrás de otro sin sentido, para niños de diez años. Fue una experiencia
muy agotadora y decepcionante ya que todos esperábamos a Doña Lola entre ellos.
El profesor matemático, fue D. Victoriano.
Al cabo de dos meses, si les afirmo claramente que, esos
niños, repartidos en sus respectivas aulas de 1º A, B y C, manejaban el timing
de todos los pedagogos, estructurándolos por, profesores con cachondeo total en
clase, semicachondeo y seriedad total. Por ejemplo, teníamos un profesor de
lengua al cual le poníamos cochinitas o vaquitas en su traje al pasar junto a
los pupitres, llenándole toda la espalda de estos bichos. Otro método era,
mientras este señor estaba en su mesa impartiendo clases, tirábamos al suelo
media peseta y él, al oír el sonido de la moneda impactar en el suelo, su sonar
interno detectaba entre los pasillos de los pupitres el lugar donde se
encontraba la media peseta y cautelosamente se acercaba a la moneda, la pisaba
y la recogía, momento para aprovechar como buen comando que éramos todos en
clase para depositar más cochinillas o vacas en su traje.
Otro era el Padre
Antonio, muy parecido Filemón por sus gafas y que estaba medio sordo, y con la
característica en su andar a cámara lenta. Esto hacia que también su forma de
hablar fuese igual que el de su caminar con esa cadencia, muy lenta, lenta, por
lo que su mote era, “El cámara”. Él nos daba latín y cuando recitaba en alto… “booonus,
booona, boooonushh” , la primera fila de la clase se movía como un barco de
vela, de babor a estribor o viceversa en función de los movimientos pendulares
que ejercía el cuerpo de “el cámara”, y
toda la clase se movía al unísono con él. Derrepente paraba en su desplazamiento
oscilante, diciendo en alto, ¡pero porqué se mueven! Instantáneamente, nos frenábamos
tal como se paraba su cabeza, o a estribor o a babor, mientras transcurría la
clase.
Otro Dibujo |
Aparte, estaba el
concurso de los gritos, que, como este Padre estaba sordo como una tapia, que consistía en
cronometrar con el reloj que portaba un alumno, cuyo padre tenía un bazar hindú,
y lo traía el día del concurso sin que se enterara su Padre un cronometro tal
cual, para dilucidar el grito más largo de toda la clase. Por cierto, perdí
esta competición por décimas de segundo. Me lo ganó Farizo.
Otro cura con el que uno
podía armar jaleo en su clase pero con precauciones era el Padre Julián, también
llamado “El loco”. Cura de procedencia gallega, de mirada perdida por su ojo de
cristal, secreto bien guardado por alguno de mis compañeros que sabían cuál era
el que le fallaba su vítreo y así hacer señales con la mano en la zona
visualmente en precario. Se le podía vacilar, pero si entraba en cólera, te hacia “escupir el demonio” literalmente
con esta frase introductoria: “Iiih, madre, escupa el demonio”. Había que tener en cuenta la cantidad de
saliva a escupir ya que si era excesiva, “el loco” bramaba con el puño cerrado,
“no le he pedido que lo escupa tan gordo”, seguido del, anteriormente citado
“RIAN”. Otra manera de amenazarte era mandándote a la capilla de rodillas para sanar
los pecados. A veces emulaba a Hamlet, mirando hacia el techo, subía un brazo y
declamaba bien en alto…“Iiih, madre, Galicia, la meona de España, se pasa todo
el día lloviendo”, bajaba la mano y continuaba la clase.
Recuerdo una vez
que, con una tonga de
cuadernillos que tenía apilados en su mesa, uno encima de otro como si fuera
una torre, el Padre Julián empezó a revisarlos y sin venir a cuenta, derrepente, lanzó uno tras otro los cuadernos sobre todos
nosotros, como el que tira los cuchillos en el circo. Poseído por el diablo,
que había que escupir anteriormente, la cadencia de tiro de los cuadernos iba
increchendo. Nosotros, al ver la trayectoria de las voladas de estas hojas
desplegadas en su planeo, evitábamos el impacto de estos cuadernos a semejanza
de un boxeador de cintura ágil. Al
aumentar los decibelios de gritos de todos nosotros por el asombro de los
vuelos de lo ícaros de papel, la sangre que corría por las venas de “el loco”
hicieron crecer su tensión, y por ello,
hizo el mecanismo de cerrar el puño para comenzar a golpear a diestro y
siniestro a los alumnos. Nosotros, con los ojos como platos por el asombro de
su ímpetu, y actuamos como una melé de rugby pero en vez de atacar nos fuimos retrocediendo
hasta que nos arrinconó en una de las esquinas del aula, como si vinieran las
hordas de Atila, y ante este ataque actuamos como los romanos con sus escudos
haciendo la técnica de la tortuga de defensa del ataque, aunque varios de
primera línea de trinchera, entre ellos yo, recibiéramos impactos de este puño
cerrado. Viendo la que nos iba a caer, unos sobre otros, gritos, las maletas por aquí y por allá libros por
los suelos, caos total y, ya en el último suspiro del K.O. técnico, nos salvó
el ring del timbre por la finalización de la clase. Nos levantamos todos y
hasta el día siguiente.
Mantengo
y afirmo, que el haber recibido este
tipo de enseñanza, en un determinado tiempo y con estos pedagogos nos marcó a
todos nosotros, en nuestro espíritu surrealista.
Profesores con seriedad total.
Don Bienvenido, profesor de Formación del Espíritu Nacional. Persona alta espigada, pelo negro y peinado con raya y fijado con fijador luki. Su aspecto era de comisario de policía. El no paraba de hablar en la clase por esa virtud, su mote era, “el Calandria”. En su clase decía, ¡quiero oír las campanadas del cabildo! mientras golpeaba sobre la mesa el cigarro sin filtro antes de encenderlo, fumando uno tras otro, sin parar.
Don Bienvenido, profesor de Formación del Espíritu Nacional. Persona alta espigada, pelo negro y peinado con raya y fijado con fijador luki. Su aspecto era de comisario de policía. El no paraba de hablar en la clase por esa virtud, su mote era, “el Calandria”. En su clase decía, ¡quiero oír las campanadas del cabildo! mientras golpeaba sobre la mesa el cigarro sin filtro antes de encenderlo, fumando uno tras otro, sin parar.
D. Alonso Reyes. Esa
persona entró en clase y, nada más
pasar la lista de los alumnos presentes,
todos nosotros sabíamos que era de los duros. Su aspecto era de pívot de
baloncesto a semejanza de Shakil O’Neill, vamos un armario de persona un 2x2.
Vestido como si fuera un lord inglés, con chaqueta de lino claro y con pañuelo
en el bolsillo a la altura del corazón
de la misma. Así como Doña Lola olía a su colonia, D. Alonso olía a le de Cesar
imperator. En aquellos tiempos los escolapios tenían su propia imprenta de editorial
de libros, con la autorización del
Ministerio de Educación. En clase, nos dijo contemplado el cuaderno de dibujo de
esa editorial, que él no quería copistas en clase y por lo tanto nos
guardásemos esas estampas pues no las íbamos a necesitar para nada. Su método funcionaba
de la forma siguiente, se traía una figuras de yeso, tal como un pié, una mano,
una parte de una cabeza de una persona, o unas hojas de acanto del capitel
corintio. Lo primero era encajar la pieza de yeso mediante un dibujo sobre un
papel que tenía unas medidas establecidas. Nos decía, tracen una vertical y
horizontal a lápiz y todo lo que se unía entre esos puntos eran mientras
mirábamos la pieza los puntos de referencia para plasmarlo sobre el soporte y
quedar proporcionado. Luego, venía el método de difuminar con algodón para dar
los claros oscuros de la pieza y llegaba a la goma que proclamaba bien en alto… ¡la goma
no es para borrar, sino para difuminar!, justamente esas palabras las usé yo,
más adelante dando clases en Madrid en la Escuela de Arquitectura en la
asignatura Análisis de Formas Arquitectónicas, que era la asignatura hueso de
primero, repitiendo a los alumnos…las mismas palabras de D. Alonso en relación
a la goma de borrar. Su generosidad era una
virtud destacada en su personalidad, ya que toda persona que
recibió su aprendizaje no deja de
decirme la gran persona que fue, tanto como pedagogo como de trato hacia el
alumnado. En una de las clases, me atreví a decirle si me podía llevar a mi
casa una pieza y me la dejó llevar para practicar en casa.
Alonso Reyes |
La desilusión.
En segundo año de bachillerato D. Alonso no me
impartió sus clases y caer en desgracia por darme la asignatura a primera hora,
un profesor que tenía como método de enseñanza el repartir estampitas de escudos heráldicos de
las ciudades de España por los pupitres y
nos pasábamos dibujando toda la hora los dichosos escuditos con la
desesperación mía, y así pasamos a ser copistas. Dicho profesor también, nos daba la asignatura de geografía mundial de
doce de la mañana a una de la tarde. En clase, siempre existía el repetidor de
cursos superiores, y por regla general por su edad eran unos abusadores de
todos nosotros más pequeños, y personalmente ya me traía bastante caliente
dicho compañero. En clase de geografía, lo tenía castigado dicho profesor
debajo de su mesa y cuando este profesor estaba escribiendo en la pizarra las
ciudades de China, este gandul abusador, me empezó a dar cortes de mangas, yo tenía a mano una
goma gigante de Milán, se la lancé desde el fondo de la clase donde yo estaba
situado y con tan mala fortuna, se desvía de la trayectoria, dándole al primer pupitre y observé como el
rebote de la dichosa goma volaba hacia la pizarra y le daba en la espalda del
profesor.
Total,
que me echó durante un mes de la clase y me volví un fugado o escapista de
última hora de la mañana, usando artimañas para que no me trancara el Prefecto
del colegio. Muchos días de ese mes me refugié en los confesionarios de la
capilla, esperando pasar la hora de clase y esperando oír el timbre, por cierto
el Padre Vicente, me vio salir una de las veces de la Capilla y seguro que habrá
pensado para sus adentros, lo religioso
que yo era. Otras, me iba a la azotea, o
me quedaba en la escalera de un torreón agazapado durante una hora. En aquella
época, existía un concurso de navidades en la pizarra en que dibujábamos
motivos navideños y yo era el autor de la plasmación ante el encerado. Existía
premios por clase y siempre nuestra clase se llevaba algún premio siendo yo el
autor. En el colegio se sabía perfectamente quien era deportista, quien era
príncipe de estudios, quien destacaba en alguna materia y quien era un completo
gandul. Yo despuntaba en el tema del dibujo y…ya finalizando el curso habían
los exámenes para las matrículas de
honor en las diferentes asignaturas y precisamente estando yo jugando en el
recreo me observa el prefecto y me dice ¿Felipe tú no te presentas al examen de
matrícula de honor de dibujo? Le respondo negativamente y me llevó a la clase
donde se estaba efectuado el examen, el Padre habló con el susodicho pedagogo y
este, le indicó que más bien yo estaba
suspendido, pero ante la insistencia del Prefecto me dijo este señor que me
daba veinte minutos para que consiguiera lápices de colores y una hojas para
dibujar, así salí corriendo como una bala a mi casa y con veinte minutos de
ventaja de los examinandos, al entrar en clase me dijo, se está dibujando el crucifijo de la clase,
total me pusieron un diez, pero no lo matrícula.Boceto ... dibujo... |
El rescate.
Al año siguiente, me volvió a tocar el mismo
profesor y mi gran desilusión fue tan grande hasta que ¡sorpresa!, se me
ilumino la cara al ver aparecer a D. Alonso en la clase y hablar con este
profesor y me dice bramando ese señor… ¡Hodgson coja sus tratos y váyase a la
clase de D. Alonso! Mi gran rescate, vi los cielos abierto. En ese curso de
tercero se impartía el color y la perspectiva caballera, con el uso de tiralíneas
de tinta china, más la escuadra y el cartabón con el compás correspondiente. En
clase yo tenía un gran amigo a mi lado que dibujaba muy bien y portaba una caja
de lápices de colores llamados “Berol” de Venezuela, eran lápices mas grasientos,
calidad que en su uso formaba unos
contrates más que contundentes frente a los alpinos españoles. D. Alonso los
observó y nos dijo como buscar más tonalidad en los trazos, apretando más o
menos al dibujar y empezó a leer en alto la cantidad de colores que portaba
dicha la caja de creyones de dicha marca, el dijo en alto… aquí falta el color
Bermellón y el color Albero de las plaza de toros, y dio una disertación sobre
ese rojo anaranjado y el de los tonos amarillentos, y formulaba mediante
círculos cromáticos la teoría de los colores primarios, los secundarios en
combinación de estos primeros, y nos hablo de los impresionistas en tercer año
de bachillerato, pero de aquel tiempo. Otra anécdota fue cuando yo tenía un
lápiz de publicidad de una marca de
sopas, el me lo pidió y se puso a dibujar con este lápiz, explicando a la clase
cuales eran las cualidades de una mina dura y una blanda. Ahora sería un lápiz
H ó lápiz B.
"Método de D. Alonso" |
Una vez estando ya en
los cursos superiores, entramos varios a los baños durante el cambio de clase.
Estaban estos aposentos frente al aula y
al lado de la capilla, y al salir nosotros del W.C., observamos
que entraba a la capilla D. Alonso con una bata blanca y al vernos nos
dijo que le acompañáramos a la sacristía de la capilla. Allí tenía desplegado
un Cristo envuelto en sábanas, todas las gubias, martillos etc.… sobre una
mesita al lado del cuerpo que tallaba, quitó el envoltorio y vimos una preciosa talla de madera con el Cristo, nos invitó a tocarla
y nos dijo que casi la tenía acabada a falta de mas lija y que le iba a pasar
los barnices correspondientes. Allí justo en ese momento, volví a entender a esta persona tan amable, entrañable y de fácil acceso entregado a lo que más le gustaba, que era el arte en su totalidad y volcado en cada
una de sus facetas. Persona con mayúsculas, que dio clases a los Escolapios, al Instituto de Santa Cruz, a Las Dominicas y que organizaba incluso, partidos de futbol entre los presos de la cárcel y los alumnos de los
Escolapios, pues también impartía su
pedagogía en clases nocturnas en
esa institución carcelaria.
Lo vi ya en su último año de vida, cerca de la Plaza Irineo González, y me preguntó por un perro que se le había perdido y si yo había acabado mi carrera de arquitecto, le respondí que no había visto a ningún perro y a la segunda pregunta le contesté afirmativamente que sí y me dijo… ¡tú eras de los buenos dibujando! ¡Gracias D. Alonso, se lo debo a usted!
Lo vi ya en su último año de vida, cerca de la Plaza Irineo González, y me preguntó por un perro que se le había perdido y si yo había acabado mi carrera de arquitecto, le respondí que no había visto a ningún perro y a la segunda pregunta le contesté afirmativamente que sí y me dijo… ¡tú eras de los buenos dibujando! ¡Gracias D. Alonso, se lo debo a usted!
Desde este escrito afirmo que… si, un profesor de dibujo, le borra un trazo
de lápiz que ha sido efectuado por un alumno, es inmoral por su parte,
mostrando la total ausencia del ejercicio de la imaginación. Yo lo padecí con
otro profesor, al contrario de D. Alonso, que nunca se le ocurrió hacerlo y en cambio, sí
fomentó el trazo sin titubeos, el claro oscuro de la figura con el algodón como
suplemento a esta técnica y como usar la goma para difuminar con la imaginación.
A él, le debo en parte que mi Tesis
Doctoral fuera sobre… ¿Es el dibujo una
herramienta o se usa como instrumento en cualquier proceso de diseño?
Afirmo rotundamente que, “El Dibujo” es un lenguaje universal al igual
que la lectura y que también por la memoria de Tenerife no caiga en el olvido
tan GENEROSA persona que era D. ALONSO REYES.
Muchísimas
gracias
LA INTERVENCIÓN DEL PINTOR Y ARQUITECTO FELIPE HODGSON HA SIDO ENLAZADA A LA ENTRADA DEL ACTO DEL 22 DE ABRIL EN EL BLOG DE LA A. C. "DLSDA" ... http://desdelasombradelalmendro.blogspot.com.es/2013/05/alonso-reyes-barroso-1913-1978.html
ResponderEliminarFelicidades a Felipe, compañero, por tan buena disertación sobre el colegio y en particular sobre D. Alonso Reyes, también fue en ese mismo curso profesor mío de dibujo, un cariñoso recuerdo para él , y obviamente y efectivamente era una muy buena persona así como profesor, también recuerdo a su hijo..
ResponderEliminarun saludo a los compañeros Antiguos Alumnos de las Escuelas Pias ( Quisisana )
Antonio M. Jorge González ( Arafo )
www.pinsdetenerife.es